El Ecosistema de la Experiencia: cliente, empleado y líder.

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Por William Tate, Director de Fondo y Forma

 

Más allá del servicio: la experiencia como vínculo emocional
En el mundo de los negocios, cada vez hablamos más de “experiencia”. Experiencia del cliente, experiencia del empleado, experiencia del usuario. Sin embargo, aún existe confusión: se piensa que se trata de hacer sentir bien a las personas… cuando en realidad, se trata de crear vínculos auténticos que generen confianza, conexión y propósito.

La verdadera experiencia no nace de una sonrisa forzada, ni de un descuento, ni de un correo con emojis de agradecimiento. Nace del sentido que cada persona le da a su interacción con una organización.

En Fondo y Forma creemos que la experiencia no es un departamento: es una consecuencia. Es el resultado de cómo se sienten las personas que forman parte de la organización, cómo piensan, cómo colaboran, y cómo son lideradas.

Por eso, cuando hablamos de experiencia, no hablamos de algo externo. Hablamos de un reflejo
interno.

 

El riesgo de depender de “la persona que siempre resuelve”
En muchos equipos, comúnmente hay una persona que se vuelve el rostro de la experiencia positiva: el que responde rápido, el que tiene buena actitud, el que “salva” al cliente cuando algo falla.

Pensemos en Laura, la colaboradora que siempre ‘rescata’ los casos difíciles. Todos confían en ella. Pero, ¿qué pasa si Laura se ausenta una semana? ¿Qué revela eso sobre nuestro sistema? Depender del desempeño excepcional de una sola persona no es sostenible ni justo, ni para ella ni para el cliente. Pero este modelo tiene fecha de caducidad.

Cuando una experiencia depende de un solo colaborador o de unos cuantos, se vuelve frágil. Basta que esas personas cambien de rol, se tomen vacaciones o salgan de la empresa, y toda la promesa de valor se cae.

No se trata de quitarle valor a quienes sobresalen. Al contrario: se trata de reconocer que ningún sistema sano debe depender del heroísmo de unas cuantas personas. Si el resto del equipo no puede replicar la experiencia que un colaborador genera, lo que tenemos no es una cultura de servicio… sino una suerte de improvisación afortunada.

La experiencia del cliente debe estar sustentada en la cultura organizacional, en procesos claros, y en líderes que entienden que no se trata de apagar fuegos, sino de construir ecosistemas donde todos sepan actuar con sentido y propósito.

 

Cuando el cliente siente el desorden interno
Un cliente puede no saber que hay tensión entre equipos.

Puede ignorar que hay rotación alta, que hay líderes ausentes o que las instrucciones no están
claras.

Pero lo siente.

Lo siente cuando el trato es impersonal, cuando lo rebotan entre áreas, cuando las respuestas tardan o son contradictorias.

El cliente siente cuando el colaborador está solo, cansado o desmotivado. Y también percibe —con la misma claridad— cuando hay conexión, seguridad, compromiso y alegría.

Por eso, cada vez que diseñamos experiencias para el cliente, necesitamos preguntarnos:

¿Qué tan habilitado está mi equipo para ofrecerla, sostenerla y multiplicarla?

 

Automatizar lo repetitivo, humanizar lo esencial
En un entorno donde el tiempo es escaso y las expectativas del cliente son cada vez más altas, la automatización ya no es una opción: es una necesidad estratégica.

Automatizar tareas repetitivas permite liberar a los colaboradores para enfocarse en lo que
realmente importa: escuchar, interpretar, empatizar, resolver.

Pero no basta con automatizar procesos: también necesitamos crear guías claras que sirvan como brújula emocional y operativa para quienes están en contacto directo con los clientes.

Las guías no deben ser libretos rígidos, sino mapas que permitan a cada persona actuar con criterio, pero con coherencia. Porque si cada quien interpreta la experiencia a su manera, el resultado, tarde o temprano, es caótico. Y si nadie la interpreta, el resultado es indiferente.

La clave está en el equilibrio: automatizar donde no se necesita empatía y activar emociones donde sí se necesita humanidad.

 

El líder también es experiencia
No podemos hablar de experiencia sin hablar de liderazgo.

El líder que no gestiona sus emociones, que no comunica con claridad, que no da dirección ni ejemplo, se convierte en el primer punto de fuga en la experiencia interna… y, por extensión, en la externa.

En Fondo y Forma lo hemos visto una y otra vez: cuando el liderazgo está ausente emocionalmente, el equipo entra en modo supervivencia. Se pierde la iniciativa, el compromiso, la capacidad de innovar. Y entonces, la experiencia del cliente se vuelve mecánica, predecible, vacía.

También se convierte en guardián de la sostenibilidad emocional del equipo. Porque sin bienestar interno, cualquier esfuerzo de experiencia se agota. Un liderazgo consciente, en cambio, activa el sentido del para qué, impulsa conversaciones reales y da permiso para que las personas sean quienes son (su verdadero yo), con fortalezas y emociones incluidas.

Porque no se trata de liderar desde el control, sino desde la conexión.

 

Sentir para transformar
En Fondo y Forma no damos cursos ni talleres. No entregamos manuales.

Activamos emociones. Creamos espacios donde los equipos y los líderes se reconectan con su propósito, se atreven a decir lo que no se dice, y descubren cómo su manera de ser impacta — directa o indirectamente— en la experiencia que ofrecen al cliente, en las experiencias que se generan entre ellos.

No creemos en el cambio desde la cabeza. Creemos en el cambio que nace desde dentro. Porque solo cuando una persona se siente parte, valorada, vista… puede transmitir lo mismo hacia afuera.

 

Reflexión final: ¿Qué emociones está generando tu empresa?
• ¿Es tu experiencia de cliente un reflejo de tu cultura… o una excepción afortunada?
• ¿Estás esperando que uno o dos colaboradores “salven” cada interacción, o has diseñado un sistema que lo hace posible?
• ¿Tu equipo sabe qué emociones debe activar para generar confianza?

• ¿Estás cuidando la energía emocional de quienes sostienen la experiencia de tus clientes
cada día? ¿Tienes procesos que liberen a tu gente para centrarse en lo humano?

Las respuestas a estas preguntas no solo determinan la satisfacción del cliente. Determinan el futuro de tu empresa.
Porque la experiencia no se delega. Se vive. Se diseña. Se siente.

 

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